Hablé con él, convencido de sí mismo sus argumentos sólidos como el metacrilato, fuertes como un diamante, dejando atrás el estereotipo que había marcado la sociedad, algo en lo que yo creía hasta ese momento, la cultura rebosaba en su interior, algo especial, algo que me hizo palpitar por dentro.
Yo que nunca había llevado la contraria excepto a nivel escolar, yo que no podía discutir un solo elemento, todo y que por dentro mi sangre hervía cada vez que la sociedad me daba una patada, o que los estereotipos me hacían estar una semana comiendo acelgas, todo eso murió en el momento que aparecieron todos ellos en mi vida, en el momento que me hicieron ver que no eran ellos los que se equivocaban al juzgar mal la sociedad, al intentar cambiar la mentalidad enajenada de un grupo de maricones que hacían la ropa talla S.
No pude evitar caer en un círculo de pensamientos que no me llevaban a ninguna parte, estaba en tierra de nadie buscando mi rumbo, siguiendo mis pasos, pero cada paso que daba con el corazón mi mente obstruida me ponía piedras. Mi mundo había cambiado, estaba atrapada en una jaula de cristal, en una sociedad que a los 3 años me decía que no podía comer un phoskito como los demás niños por qué engordaba.
Cada vez que los miraba veía fuego, veía almas que latían al son del punk, almas que querían cambiar y que probablemente por culpa de gente que vivía en mansiones les habían puesto en un mal sitio.
Todo eso cambió me di cuenta de que eran las personas con las ideas más claras del mundo, y con su fuerza, sus gritos, su sudor, y su ánimo cambiarán el rumbo de mi vida, y también el de la sociedad.
Gracias a todos los punks, red skins, antisistemas que me han hecho más yo aún que por ahora no sepa huir de mí.
Especialmente a uno, el que me abrió los ojos.
Gracias.
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