Y todo aquello simplemente tenía un quién detrás. Pero aún así hacía ademán de ser fuerte y de tirar adelante. Pero a veces extrañaba esos brazos que la habían abrazado alguna vez, esas sonrisas, esas estupideces. Movió lentamente el brazo intentando alcanzarlas, pero se desvanecieron en la nada. A cada suspiro se iba un recuerdo. Todo se rompió y se quedó allí observando el disco girar, la música sonar. Todo se tambaleaba. Fue moviendo suavemente su cuerpo por toda la estancia buscaba los recuerdos que poco a poco se borraban ante su atenta mirada. Y allí quedó vacía. Se dejó caer al suelo, y con un puño golpeó con fuerza el parquet. Una lágrima recorrió su mejilla y su pelo ahora cubría parte de su cara. Un grito ahogado y falta de respiración.
Los días pasaban y sentada mirando a la ventana veía ya caer los primeros pétalos de los florecidos árboles, que daban un toque rosáceo a una gris realidad. Escondida bajo la lana, y con una taza de café en las manos observaba llorosa todo aquello que había ido pasando. El reloj iba marcando cada segundo, cada minuto. Y aunque ese parecía un infierno eterno sólo pudo soltar otra lágrima. Y cuando se encontraba llorando, sintiendo que su cuerpo era débil y que todo le dolía, unos brazos la rodearon- Eh, no pasa nada. No llores que no se ven esos preciosos ojos que tienes.-le dedicaron una sonrisa. Nunca había estado sola. Simplemente no había sabido elegir de quién quería sentirse acompañada. Y ahora más que nunca les tenía a ellos. Dedicando sus atenciones, sus mimos y su ternura en ella, para que cada paso hacia el exterior no fuera una punzada en el corazón si no un respiro.
Y una vez llegó a la calle, respiró y se dijo- Nunca es tarde para volver a empezar.