lunes, 4 de abril de 2011

Princesa de nada

Soñar, soñar... Un momento, un instante, hace que tu vida cambie al completo. Solía yo llevar un jersey de la marca Vespa negro y rosa, intentaba convertirme en esa princesa tan idealizada por el hombre, esa mujer rubia, con los ojos claros y un largo vestido rosa, encerrada en una torre, esperando a que llegue un príncipe con un corcel blanco a salvarla... ¡Bah! Paparruchas... ¿Por qué esperar? ¿Por qué intentar ser una princesa? Ya me cansé hace tiempo de ese cuento absurdo con el que nos bombardean des de que somo pequeñas. Decidí ser princesa de mi propio reino. Llevo unos tejanos rotos, y unas converse rojas desgastadas, me abrigo con una harrington negra, toco la guitarra eléctrica, canto y escucho punk... Soy el tipo de chica que ninguna suegra quiere para su hijo, llevo el pelo corto y llevo una dilatación, fumo marihuana y bebo cerveza, me gusta el fútbol y jugar a la videoconsola. Soy una chica mala, me gusta el sexo, sí, como un café, bien fuerte y encima de la mesa de la cocina. Todos los hombres se giran cuando me ven pasar, no les doy riqueza, ni belleza externa, no me maquillo, les doy lo que quieren, les doy amor, pasión, les doy sexo, les llevo a las nubes de un golpe, y les bajo de otro. Tengo un amor en mi corazón, sólo existe él. Es un chico malo, me mira por encima y eso me pone mucho. Es moreno con el pelo casi rapado, lleva una harrignton negra, con pitillos y botas. Simplemente decidí dejar de ser la chica buena a quién siempre le pegan hóstias, decidí empezar a soñar por mi misma, no pensar en el dolor que causo, simplemente en mí, porqué en este mundo tan egocéntrico ¿Qué daño hace uno más?