miércoles, 19 de marzo de 2014

Never again?

Empieza a girar lentamente el viejo disco de vinilo, la aguja se posa cómodamente en las líneas y cuestión de segundos empieza a sonar. Lentamente van repicando las primeras notas. Un rasgeo de guitarra y una voz le van dando cuerpo a la canción, y con soltura se van añadiendo los demás instrumentos. Lentamente ladea su cuerpo y lo mueve suavemente, baila. Sus pies dan pasos torpes descalzos por el piso, se mueven arítmicamente, únicamente está dejando fluir su cuerpo. No hay nada que no le impida recordar esos paseos por el comedor. Y entonces se para a pensar: ¿Cuando dejó de pensar en ella misma? ¿Cuando las canciones de amor dejaron de parecer bonitas y le hicieron llorar? ¿Cuando se abandonó? 

Y todo aquello simplemente tenía un quién detrás. Pero aún así hacía ademán de ser fuerte y de tirar adelante. Pero a veces extrañaba esos brazos que la habían abrazado alguna vez, esas sonrisas, esas estupideces. Movió lentamente el brazo intentando alcanzarlas, pero se desvanecieron en la nada. A cada suspiro se iba un recuerdo. Todo se rompió y se quedó allí observando el disco girar, la música sonar. Todo se tambaleaba. Fue moviendo suavemente su cuerpo por toda la estancia buscaba los recuerdos que poco a poco se borraban ante su atenta mirada. Y allí quedó vacía. Se dejó caer al suelo, y con un puño golpeó con fuerza el parquet. Una lágrima recorrió su mejilla y su pelo ahora cubría parte de su cara. Un grito ahogado y falta de respiración. 

Los días pasaban y sentada mirando a la ventana veía ya caer los primeros pétalos de los florecidos árboles, que daban un toque rosáceo a una gris realidad. Escondida bajo la lana, y con una taza de café en las manos observaba llorosa todo aquello que había ido pasando. El reloj iba marcando cada segundo, cada minuto. Y aunque ese parecía un infierno eterno sólo pudo soltar otra lágrima. Y cuando se encontraba llorando, sintiendo que su cuerpo era débil y que todo le dolía, unos brazos la rodearon- Eh, no pasa nada. No llores que no se ven esos preciosos ojos que tienes.-le dedicaron una sonrisa. Nunca había estado sola. Simplemente no había sabido elegir de quién quería sentirse acompañada. Y ahora más que nunca les tenía a ellos. Dedicando sus atenciones, sus mimos y su ternura en ella, para que cada paso hacia el exterior no fuera una punzada en el corazón si no un respiro. 

Y una vez llegó a la calle, respiró y se dijo- Nunca es tarde para volver a empezar.

martes, 4 de marzo de 2014

Bajo la bruma de la playa se hundía lentamente su cuerpo inerte. No respondía ni por activa ni por pasiva. Su mente había estallado en una maratón para llegar a no se exactamente dónde. Su cuerpo flotaba suavemente y se hundía grácil lentamente. Su corazón, valeroso y muy dañado, había decidido dejar de luchar por aquello que no daba ningún fruto. Se había sentido frustrada y derrotada en una batalla que llevaba años luchando, que llevaba años intentando finalizar, y que había acabado de la peor forma posible. Todo aquello mezclado con aquellas tormentosas nubes agitaron el mar, que embravecido agitaba su cuerpo con furia y lo golpeaba contra las inmensas rocas que se hallaban en el mar. Contusiones, moratones y fracturas eran el diagnóstico claro. Parecía que no había nada que calmara ese mar enfurecido. Las nubes acechaban cada vez más lóbregas, lejos quedaban ya navíos que pudieran darle un respiro. Pues navegar en esas aguas era peligroso y ninguna embarcación con dos dedos de frente se atrevía a entregarse a aquel agua pues navegar en ellas comportaba unos riesgos demasiado altos. Aquellos desaires eran locura de más de un marinero perdido que no sabía de dónde soplaba el viento y porqué había llegado hasta allí...

Calmó la tempestad bajo un sombrío día. Lentamente la marea fue arrastrando su cuerpo débil casi sin vida. Sus palpitaciones menguaban a cada segundo, su respiración se apagaba... El silencio se apoderó de su mente, y una renegada melodía hizo que su corazón retomara un latido, lento pero continuo. Era pues un sonido deteriorado, una melodía a contra tiempo, un sol sostenido en una escala de do.

Sin prisa pero sin demora se desentumeció su cuerpo, sus músculos retomaban su fuerza lentamente. Aún era débil pero no se sentía sola. A su lado tenía aquella dulce pero complicada melodía que le recordaba que a cada paso que daba hacía delante estaría un poco más cerca de dónde quería llegar. Las huellas que iba dejando calaban hondo en la fina arena, que se desvanecía con el soplo del viento. En sus ojos la persistencia y el desasosiego creaban una atmósfera férrea. En silencio se sentó en una roca y observó el sol salir. Aquello simplemente era el comienzo de un camino que no sabía dónde llevaba ni cómo acababa, de un viaje lleno de espinas y con algunas rosas aún por aflorar. Era simplemente el comienzo de el viaje a una sonrisa.