lunes, 27 de febrero de 2012

En una esquina.

Recorría las calles de Barcelona con sus gafas de pasta de color verde fosforescentes, una sonrisa en sus labios y muchas ganas de disfrutar de cada uno de los momentos que le pasaban por la cabeza. Bajaba las calles de paseo de Gracia como quién no quiere las cosas. ¿Su indumentaria? La de siempre, un jersey bien ancho y debajo una camiseta de algún grupo de música, unos pitillos y sus deportivas negras. Cantando como siempre alguna alegre canción que le motive a seguir de nuevo sus pasos. Anda despreocupada, sin pensar ya que qué pensarán de ella los demás. La felicidad la embriaga, ya ha superado esa etapa de amargura en la que vivía encerrada por los fantasmas de un pasado que no la dejaban avanzar. Va dando saltitos hasta que llega a la esquina del edificio del Fnac en plaza Cataluña. Allí saca su mejor sonrisa y un buen salto y se abalanza sobre sus amigas, que contentas por su felicidad le dedican una sonrisa llena de orgullo y emoción por ver sonreír una alma en pena.
El buen tiempo las acompaña y durante el día disfrutan paseando por el mar, por las tiendas, probándose ropa, vistiendo atuendos estúpidos, silbando a los chicos guapos, tomando un café hablando de sus cosas. Al caer la noche pasean por la calle de Marina y se sube a un pequeño poste, extiende los brazos y se siente libre por una vez. Ya nada le ata, por fin siente que respira aire puro, que sus pulmones se llenan de palabras tales como alegría. Que ya no le preocupa encontrar o no el amor. Hay mucho tiempo por delante, y muchos caminos que recorrer. Y cuando aparezca le recibirá con los brazos abiertos. Porqué sabe, que aún no a aparecido, pero que se esconde en cualquier esquina.


Sin pedirlo ni quererlo ya le toca ser algo feliz.

martes, 14 de febrero de 2012

Morí

El camino es oscuro, el suelo está frío, toco con las manos delicadamente la superficie está mojado parece asfalto, es frío, se me eriza la piel. Miro al cielo no hay ningún punto luminoso que pueda mostrarme por dónde he de ir, hay unas nubes que acechan peligrosamente sobre el cielo de la carretera dónde probablemente me encuentro. Veo un rayo seguido de un fuerte estruendo se avecina una fuerte tormenta. Me intento levantar pero mis piernas ya no aguantan más, mi cuerpo no responde ante los estímulos de mi cerebro, definitivamente no puedo. Mi cuerpo pesa mucho, más que mil toneladas. Empieza a llover de forma intensa, no puedo evitar llorar, sentirme desamparada en el silencio eterno que me provoca temor, estirada lamento no poder hacer nada al respeto y saber que en cualquier momento podré morir. No tengo esperanza de salir adelante, se ha perdido toda en el silencio. Ha quedado sumida en nada, sumergida en miles de palabras que no tienen significado en mi cabeza, figuras sin sentido, frases aleatorias que no me dicen nada. No espero que me salven ni que lloren por mi. Sólo que me recuerden de la forma más honrada posible. Temiendo pues ya por mi venidera muerte miro a mi alrededor y me falta el aire, siento que me voy vaciando que voy expirando poco a poco el ardor de mi corazón se va enfriando. En un segundo dejo de notar mis manos y caigo extendida al suelo sin poder hacer nada mi cabeza rebota contra la calzada, dejando mi vista nublada, sólo soy capaz de parpadear levemente cada unos segundos, mi pulso está contado no voy a durar nada, no voy a volver a sentir cómo lo había hecho tiempo atrás. En mis últimos suspiros decido recordar qué tanto he amado durante mi vida, y lo rápido que esta puede irse, que tanto me quedaba por conocer, por sentir, por ver. Que el silencio y las palabras formaban parte de mi vida, el te quiero y el te odio eran mi pan de cada día, que las sonrisas nunca se borraban de mi cara aunque estuviera triste. Y que moriré sin saber nada y creyendo que lo sé todo.
Veo una luz tenue que se va acentuando por segundos hasta que al final noto el calor de un cuerpo en mis extremidades y mi espalda, mi cabeza se va hacia atrás, cuando ladea le veo. Soy feliz, sé que al menos moriré entre sus brazos.