viernes, 24 de septiembre de 2010

Un cuento


El sol brillaba sobre las cabezas de los Londonienses. Elle paseaba por el Regent's Park. Se dirigía a Baker Street. La calle donde sus sueños siempre volaban y donde nadie podía presionarla. Se paró delante del Boating Lake. Los recuerdos de nostalgia embriagaban su corazón, recordaba esos días en que sus amigos y ella venían y hacían carreras con los barcos por el lago. Ahora todo parecía marchitado. La brisa entre los arboles era la canción que susurraba su corazón y su alma lloraba ante tal desecho. A su lado había una niña. La miró.
-¿Que te pasa pequeña?¿Has perdido a papá y mamá?-dijo Elle con una voz cariñosa.
Al ver que la chiquilla no contestaba miró a su alrededor y se sentó en la hierba de delante del lago.
-Si quieres sentarte hablamos y te doy una magdalena.
La niña giró su cabeza una mata dorada de pelo rizado caía sobre sus hombros, sus ojos de color añil hicieron enmudecer a Elle. Acto seguido la niña se sentó todo y que dudó por un momento, finalmente cedió.
Elle sacó una magdalena de su bolsa, totalmente conservada en su envase aún olía a panadería. La niña cogió la magdalena con algo de disimulo quizás sentía vergüenza pero finalmente abrió ese envase de papel y se miró la magdalena cómo si nunca en su vida hubiera visto una, después con suma delicadeza la acarició era esponjosa, seguidamente la olió acercó su cara lentamente a la magdalena esta la embriagó con su olor. Finalmente la mordió.
-¿Vas a decirme al menos como te llamas ,no?- preguntó Elle con esperanzas de sacarle una palabra a es niña tan bonita.
La pequeña miró a Elle primero con desconfianza, luego miró la magdalena y una sonrisa leve pero tierna se esbozó en su cara. Luego miró al horizonte a través del lago. El sol se ponía en Londres, pero delante del Boating Lake justo amanecía.
-Abie- susurró la niña.
Su voz era angelical y eso hizo que el corazón de Elle latiera con fuerza.
-Es un nombre precioso Abie-Elle se sentía feliz- ¿ Y dime guapa dónde vives?
Sus ojos azules se dirijieron a los ojos castaños de Elle. Suspiró, miró a su alrededor. La hierba tan verde como siempre le inspiraba confianza y Elle por algún motivo extraño también.
Elle pensaba en lo peor. No sabía por que una chiquilla de esa edad rondaba sola por un parque a aquellas horas y su mente empezaba a pensar en cualquier cosa.
-Soy de Penge Road-Elle ya suspiraba tranquila- del orfanato.
En ese mismo instante el corazón de Elle paró en seco. ¿Cómo había llegado esa niña hasta allí? ¿ Y por qué?
-Pero eso esta muy lejos de aquí.¿Cómo has venido?
La niña volvió a mirar a Elle. No tenía ningunas ganas de contestar.
-Vine en metro- calló y pensó en lo que iba a decir acto seguido- no sé cuanto tiempo hace que estoy allí ni tampoco sé por qué estoy allí, pero me apetecía ver algo bonito y una chica del orfanato que había tenido padres recordaba este sitio y vine así.
Elle quedó petrificada al oír tan duras palabras de una niña tan pequeña y ala vez su corazón iba haciéndose más y más pequeño. Ella que había podido disfrutar de todo aquello que le habían proporcionado sus padres. Amanecer, anochecer e incluso países extranjeros como Suiza o España.
No podía creer una niña con una carácter tan definido, que además seguro que había crecido luchando por su vida. Todo aquello de lo que Elle era propietaria se volvió el nada. Acto seguido le cogió de la mano. Sus ojos llorosos miraron a Abie.
-Abie. ¿Tú quieres salir de allí verdad?- dijo Elle apunto de llorar.
Abie con miedo la miró sus ojos fijos puestos sobre la mirada llorosa de Elle.
-Claro.
Elle asintió con la cabeza. Se levantó y cogió el metro hacía el orfanato.
Abie lloraba ya que se sentía traicionada. Al llegar al orfanato antes de entrar Elle se puso en cuclillas, secó la lágrima que caía del ojo de Abie.
-No te preocupes, te dije que te sacaría y así lo haré- sonreía Elle.
Las dos entraron, Abie se escondía detrás de Elle. La monja corrió hacia Abie.
-¡Niña del demonio! Ya te has vuelto a escapar-la monja cogió de la mano a la pequeña llorosa- !Te vas derechita a tu cuarto!
Elle sonrió y miró la monja.
-Perdone señora pero eso no va a ser posible-dijo Elle esbozando una sonrisa- me gustaría hablar con el responsable de adopción.
La monja asintió y miró a la pequeña Abie con cierta rabia.
-Abie ve a la sala de recreo allí están todos de aquí un rato venimos-dijo la monja con cierto despecho.
Elle explicó a la monja que le gustaría adoptar a Abie, que esta le había robado el corazón y que a ser posible quería irse ese mismo día.
Por otro lado Abie corría hacía sus compañeras.
-¡Me voy! ¡Me voy!- gritaba ella ilusionada.
Todas sus amigas se acercaron y empezó a explicarles todo lo acurrido.
Por otro lado Elle consiguió adoptar a Abie y llevársela lejos de ese orfanato.
Elle entro en la sala con una sonrisa y Abie corrió hacía ella igual que todas las amigas.
Se puso de cuclillas y la miró a los ojos.
-Abie haz la maleta nos vamos lejos de aquí.
Acto seguido Elle marcó una serie de números en el teléfono móvil. Mientras Abie ponía en su pequeña maleta todos los trapos que había podido ir acumulando en estos 5 años, Elle hablaba con su marido Louis, este le comentó que no había ningún problema en adoptar a Abie, que ellos se lo darían todo lo que no había podido tener y que en cinco minutos estaba en la puerta del orfanato.
Abie bajó corriendo y se despidió de todos sus amigos.
Le dio la mano a Elle y las dos salieron con una sonrisa en los labios. En la puerta esperaba un Mercedes guardian negro, un chico de aspecto joven con el pelo negro como el carbón vestía una camisa blanca con dos botones desabrochados, unos tejanos oscuros y unas Rayban Wayfarer negras. Acto seguido Abie se puso detrás de Elle asustada.
-¿Quién es?- preguntó ella con voz temblorosa.
Elle sonrió y miró a su marido que tenía una bolsa en la mano.
-Papá, es papá.
Abie miró fijamente a Elle, poco a poco iba esbozando una sonrisa. Su vida cambiaba a mejor no solo tendría madre si no padre también. Entonces las dos se acercaron al chico. Elle dio un leve beso a Louis. El se agachó y miró a Abie, esta le enamoro con sus ojos color añil ahora claros de alegría.
-Papá tiene algo para tí- acto seguido le entregó una bolsa.
Abie dejó su maleta y cogió esa bolsa mientras Louis cogía a Elle de la cintura.
La miraba con curiosidad, y sacó un paquete perfectamente conservado. Abrió con sumo cuidado el papel, debajo encontró una camiseta blanca con una corchera plateada y junto a esta unos pantalones de su talla que conjuntaban a la perfección. Abie miró asombrada a su primer y nuevo padre, este le respondió con una sonrisa y con un "Hay algo más". Abie miró en el fondo de la bolsa y sacó una cajita que abrió con cuidado en este había unas Ray Ban rosas de su talla perfectas como las de su padre.
Finalmente había un joyero pequeño con una bailarina.
Des de ese día Abie fue la niña más feliz del mundo, visitó miles de países, conoció gente nueva pasó sus primeras navidades con la familia y fue creciendo.

El dia que Louis falleció, Abie lloraba. Al entrar en su habitación se tumbo en la cama. Su madre lloraba junto a demás gente en el comedor. En la mesita había algo que traía nostalgia a Abie. Una foto de los tres cuando ella cumplió los 6 en el Boating Lake. Y al lado el pequeño joyero, que Abie abrió lentamente. La bailarina daba vueltas mientras sonaba la enternecedora canción que siempre escuchaba cuando estaba triste eso la calmaba.
Abie creció y el recuerdo de su vida fue eterno cuando ella murió en el funeral sonaba esa canción del joyero.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Reflexión


Durante miles de años, los seres humanos
hemos podido disfrutar, del mejor regalo
que los dioses dieran jamás a ningún ser vivo.

La brisa, el viento, el hermano sol y la hermana luna
campos y praderas donde ver crecer a nuestros hijos
amaneceres bañados con el perfume que estornudan las flores en primavera
puestas de sol decoradas por los sueños aun por concebir.

Y aunque parezca mentira… inteligencia

Pero el hombre blanco despreció aquel tesoro
y a medida que la vida le sonreía,
el le contestaba dando patadas al destino.

Si alguien lee esta carta, no olvide que el fin de esta civilización
se debió al egoismo, codicia e incultura de la raza humana.

Los hombres ya no somos mamíferos
el ser humano no se convirtió en depredador
la raza humana somos simplemente un virus
matamos, crecemos, y nos multiplicamos.

Por eso nos extinguimos
por eso las aguas se tragaron nuestra civilización
la verdadera Atlántida, éramos nosotros.

Y por eso hemos escrito esta nota
para formas de vida inteligente venideras.
cuando los hombres escupen al suelo...
…se escupen a si mismos.


Atlantia, Gaia III: Atlantia, Mago De Öz.

Un texto que aunque no es mío me encanta. Su dureza hace que se me ponga la piel de gallina y se me hiele la sangre. Es perfecto.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

God exist?


Hace pocos años comparativamente en que tengo solo unos pocos hice una cosa llamada la primera comunión. No soy cristiana al menos no de alma ni pensamiento. Tenía unos 8 años creo. Yo en ese momento quizás por las palizas que me pegaban en la catequesis o quizás por el mercado de valores incomprensibles que me rodeaban creía algo en dios. Un ser que según intentaron hacerme creer era alguien (un hombre por lo tanto podemos sacar el machismo de la iglesia) que lo había creado todo, que si hacías algo que el consideraba malo te castigaba y te enviaba al infierno. ¡Oh mi querido infierno! Regazo de tantos grandes. Simplemente un sitio donde van a parar las personas que han disfrutado de su vida y de su cuerpo tal y como es. Pero no me voy a ir por ese tema. El caso es que un día alguien muy cercano a mi enfermó. Una persona maravillosa y fantástica al que dios quiso castigar. Sí, finalmente murió. Yo tenia entonces 12 años. Allí ese momento cuando mi madre me dijo que finalmente había muerto, entonces mi infundada fe se desvaneció, me negué en rotundo a creer en una bestia tan despiadada, una gélida mano maquea velica. Dejé de creer en la mierda de dios. Entonces mi vecina una señora muy católica, me tildó de anti-cristo, de satánica, y ahora ni me mira supongo que al miedo que yo con mi mirada la envíe derechita al infierno.
La cosa fue que mi religión había muerto, y como la mayoría de gente en apuros me busqué otra, más sencilla y con menos paparruchas y me interesé por el budismo. Pero no voy a hacer apología de este ya que podría sonar vanidoso y podría caer en la misma red que los católicos intentan infundir continuamente.
Por eso me niego a creer en el paraíso, el edén de Adán y Eva. En toda esa mierda que nos rodea y que nos hace caer en una círculo vicioso de creer en alguien que nos va a aprobar los exámenes, o nos va a dar más dinero, y lo único que va ha hacer ese dios piadoso va a ser qué nos muramos antes, qué seamos pobres...


Un dios que no ama a nadie, que repudia los homosexsuales, que no nos deja gozar de nuestro cuerpo, necessitamos un dios para los pobres, un dios que nos ame y nos respete, un dios que nos dé fuerza para seguir a delante.

A la mierda toda la fe y las mierdas restantes!