martes, 14 de enero de 2014

Yacía inconsciente en el suelo. Había tenido suerte y había aterrizado en la hierba de un campo al sur de Nagnate. Su cabeza aún daba vueltas y se sentía mareado. Ladeó ligeramente el cuerpo y se incorporó lentamente. Miraba a su alrededor. Le dolía todo el cuerpo. No sabía que hacía allí. ¿De dónde había salido? ¿De dónde venía? Se sentía confuso. Recorrió su cuerpo con la mano. Notó que su torso estaba descubierto, sintió frío por un momento, pero el cálido sol le acarició tiernamente. Algo farfulló en su mente. Y se detuvo a observar a su alrededor. Una extensa colina verde se extendia ante suyo, al final un frondoso bosque y un pequeño camino de tierra que iba bordeando suavemente sin interferir en el paisaje. Se notaba que por allí tránsitaba gente. Respiró profundamente y acarició su larga cabellera castaña. Reflexionó durante unos segundos, logró escuchar un leve sonido. ¿Agua? Al parecer debía haber algún rio por allí. Lentamente fue ircoprporando su cuerpo hasta que quedó totalmente erguido. Iba descalzo, con unos pantalones de color marrón de tela. Anduvo lentamente notando a cada paso la tierra en sus pies. Y logró acercarse a un riachuelo. El frescor le invadió, el agua era cristalina. Se acercó a beber y entonces oyó un leve canturreo. Ladeó la cabeza en busca de esa dulce melodía. Avanzó por una zona algo más boscosa del rio. Apoyando su cuerpo debilitado en un árbol vio a una joven con un vestido verde, su pelo era negro como el carbón y caía por su hombro en forma de tirabuzones. Estaba posada sobre una gran roca, jugando con sus pies en el agua. Sonreía. Sus ojos eran pardos. Muy intensos. Rebosaba fuerza y vitalidad. A su lado había una especie de instrumento hecho de madera. Canturreaba mientras jugaba. Era la máxima expresión de la belleza. En él algo cambió y sus labios formaron lentamente una sonrisa tierna. Su cuerpo se distendió. Se acercó lentamente frente a la otra orilla del riachuelo. Sin hacer movimientos bruscos, para no turbarla con su presencia. Una vez delante la miró; ella al sentirse observada alzó lentamente la cabeza, le miró a los ojos. Estos eran verdes como los campos que les rodeaban y su rostro era dulce y fino. Le dedicó una sonrisa. Y en ese instante el mundo paró para ellos dos. Ya no había confusión posible. El silencio les invadió, una brisa acarició sus cuerpos con dulzura. Se miraban a los ojos. Él instintivamente cruzó el rio mojándose los pies y se acercó a la gran roca. La miró y le dijo "Te estaba buscando" y ella contestó "Yo te estaba esperando". En aquel preciso instante. Algo nació de algo que había muerto. Ainé miraba curiosa des de un costado. Había perdido, había ganado pero no era tarea fácil juntar dos almas separadas. Había conseguido que se volvieran a encontrar y que todo volviera a resurgir. Ya todo quedaba atrás. Pese a que la locura era propia de los tuatha dé Danann la joven Ainé había conseguido que todo creciera alrededor del miedo y la soledad, que de las cenizas volviera a surgir fuego. Y que dos amantes se juntaran sin tan si quiera saber porqué.

miércoles, 8 de enero de 2014

Quedaba atrás una calle abarrotada de gente. Sus pies iban pisando fuerte por dónde andaba. Resoplaba una brisa que acariciaba su pelo. El sol brillaba y se reflejaba en sus gafas de pasta, sus intensos ojos habían quedado escondidos. Sus labios tan rojos, carnosos dibujaban ahora una sonrisa, se podía ver en ella el progreso, las ganas de avanzar. Atrás dejaba ya todos esos momentos rotos, todas esas historias mal contadas. A cada paso su corazón latía con más fuerza, el sentimiendo de fuerza era immenso no sabía dónde ponerlo. Canturreaba, bailaba. La gente la miraba, ella era feliz.
Ya no necesitaba un te quiero. Ni un abrazo. Sólo quería echar a correr cada mañana. Se miraba al espejo y veía a quién siempre había querido ver. A ella misma. A una versión mejor, menos dudosa, menos dependiente. Una versión mejorada de ella misma. Con todo por delante, con todo aquello que anhelaba descubrir. Cada dia era un nuevo capítulo por escribir. Por cojer las riendas y empezar a tirar del carro. Y aun que tuviera alguna carga era lo bastante fuerte cómo para tirar de él. Ya nada la detendría para hacer todo aquello que quería. A su manera. A su estilo.

Todo iba a mejor.