domingo, 25 de marzo de 2012

Ese mundo no es para mi

¿Cuantas veces me ha repetido ya que nadie me va a mirar? Quizás tenga razón y es que no me siento bien en ese mundo, lleno de tacones altos y de camisetas de princesa, vistiendo largos vestidos siendo Cenicienta. Yo me veo mucho mejor cuando voy con mis camisetas anchas y mis jerseis. Yendo a mi manera, con mis bragas de bandera. Pero sus palabras se clavan en mi espalda como cuchillos afilados que me desgarran y me apuñalan. Me duelen sus palabras aunque no sé si se percata de ello. Yo intento pasar de ello, pero al final mi mente rechista y contesta, entonces soy yo la mala por intentar ser yo misma. Puede que en mi mundo no exista un final feliz, y que yo no sea una princesa de cuento de hadas con una larga cabellera y un vestido de flecos, puede que no exista ese mundo para mi, con un castillo un lugar tranquilo dónde vivir. Puede que no haya lugar para mi en este mundo que todas acabamos encontrando. Porqué siempre he creído que a nuestra manera cada princesa del reino que sea encuentra su príncipe. Y ya no es por mi longeva edad que crea o no, primero se tiene que experimentar, conocer, descubrir, viajar. Pero nunca he dudado de que algún día me enamore de una mirada, de un gesto, de una palabra. Pero según ella ese mundo no es para mí. Los hombres no miran a las mujeres de mi calaña, soy la paria de mujer condenada a perderse entre macarras y gilipollas de medio pelo que sólo se miran a ellos. En este mundo en el que yo nunca he querido dar una gran importancia a lo estético o lo físico, porqué creo que el amor va más allá de la ropa o de que marca vayas vestido. Siempre pensé que el amor existía más allá... Pero resulta que no es así, que vivo condenada en un mundo de etiquetas y vestidos, en el que si no das la talla pasas a ser chica de outlet. Pese a lo que diga, yo quiero enamorarme de una mirada, compartir una canción, ir a una exposición, disfrutar de una noche de cama abrazados y sin ropa, contemplar las estrellas en una noche calurosa, poder ir a un concierto, hablar de música, de libros... Extrapolar una relación no tan sólo a lo físico si no a lo mental, evidentemente sin dejar de obviar esa atracción física que debe existir para complementar las dos partes. Pero ese mundo no es para mi. Ya nadie quiere enamorarse o mirarse a una chica bajita con el pelo rizado, con ganas de conocer, amante de la cultura, de todos los tipos de música, que disfruta como una cría oyendo una guitarra o un saxofón, a quién le gusta la Belle Époque y leer un libro los domingos por la mañana mientras se toma un café. Amargándome pues con mi máxima reflexión interna no dejo de pensar que me iré caminando de este mundo sin tener una mano que me ayude a levantarme si me caigo. Porqué aunque yo no lo muestre muy a menudo también tengo mis sentimientos, y lloro, y me enfado... Avanzaré el sendero sola esperando que alguien de este mundo se de cuenta de lo que soy yo por dentro.

martes, 20 de marzo de 2012

La sinfonía de los perdidos.

Sonaba ya la última sinfonía del reparto de su vida. Aterraba sobre la música una crueldad entumecida en notas aglomeradas pretendiendo destacar en un compás irregular. El silencio se prestaba negativo ante la vengativa de las dulces corcheras que no podían remontar ante una negra. La responsabilidad ajetreaba con unas erguidas cadenas contra los cuerpos de los inútiles que recreaban tal dulce melodía que elevaba la autoestima de los pocos oyentes que acudían a tal recital. La sangre brotaba de sus cuerpos consumidos por el miedo, el terror de la pérdida del todo. No podían notarse con tranquilidad los sueños de cada uno de los músicos que formaban esta banda tan peculiar. La sinfonía de las almas perdidas no tenía ya más notas para actuar, la crueldad y la agresividad de aquellos que consideraban que su papel era cuanto menos despreciable atacaba contra su dignidad y su amor, no podían articular palabra alguna. Las muecas de dolor formaban en sus rostros la peculiaridad de lo permitido, huyendo de lo prohibido. El redoble de tambores resalta el paso al qué van avanzando, nadie es consciente de lo que pasa a su alrededor, el dolor ya no tiene voz, ha perdido el significado mientras se disipaba en la niebla. La languidez de los cuerpos vuelve a repetirse sintiendo que han vuelto a aprovecharse de su mente de su bondad. Atacan a su virtud y su respiro, les abandonan en la cuneta de la vida esperando que aquellos que no merecen camino pasen adelante obviando aquello que los demás saben hacer. Ya no importa que ellos entonen la más bella melodía, o representen el bello fervor de la vida, que pongan en su trabajo horas y tiempo. Ya no importa que sentimiento corresponda en su mirada, qué es lo que viven o hacía donde quieren ir. Han vuelto a morir.

lunes, 19 de marzo de 2012

El viento resoplaba entre su pelo, el silencio se apoderaba del estadio en el cual se encontraba, las palabras no eran capaces de ir más allá de lo que había ido su corazón. En su mirada vacía llena de dolor, de pésimos pensamientos buscaba pues una brecha por dónde escapar de tan arduo tormento que acarreaba sobre ella un enjambre de mutilantes ideas que no hacían más que dañar su persona y su existencia. El placer de lo rotundo había quedado sumido en la presencia de sus palabras dotadas de inexperiencia y de error. No podía huir del destino que estaba escrito y aún así se jugaba constantemente una plaza en Gaia, el listado de errores que había cometido no se quedaba corto ante otros posibles pecados que ensuciaban su respeto y su imagen. Pero hacía tiempo que había mandado a coser una nueva porqué la vieja ya le estaba pequeña, sus ansias por crecer y demostrar lo indemostrable quedaban sumidas en la presión de lo desconocido, no era capaz de explicar los hechos que le rodeaban y ya intentaba dar recetas para la vida.

Sus más preciados momentos recaían sobre la lectura de alguna escritura en la qué aprender a vivir, o a ser. Su alma se había perdido entre tantos escaños que luchaban por salir adelante en ese parlamento que era la vida. En el cual por mucho que hablaran nadie les escucharía, formaba parte de la minoría resignada que rehuía de si misma alejándose en paraderos desconocidos y abusando de los placeres terrenales para dejar de pensar en sus tormentos que aún les perseguían. Miles de almas anonadadas y perdidas en campos vacíos y llenas de penumbra, todas huyen de palabras que les han dañado y de las cuales sólo pueden esconderse respondiendo de la pero manera y es volviéndose como estas. Huyen de un pasado que les persigue con cadenas que les aferran, con los sentidos que les pierden. Son la minoría perdida que nadie entiende, que todos critican quiénes sólo buscan encontrar la paz en un mundo lleno de maldad y de odio. Son el silencio de lo dicho, lo prohibido de los pecados carnales, buscan la lujuria y la vanidad para escapar de sus ojos, de sus mentes. Las percepciones son múltiples ante estos individuos qué suelen encontrarse en laderas mullidas para recostar sus cuerpos, para recalcitrar sus sentimientos, para esconderse de los pensamientos negros y andar sobre las estrellas. Son mentes libres atadas por múltiples cuerdas, que les oprimen y les condenan a vivir intranquilas buscando su estrella en el cielo mientras se arrastran por el suelo. Nunca más se verán capaces de responder afectivamente, se desentienden de todo lo que les haga débiles por miedo a volver a ser dañados y por eso todos se esconden en caras de mezquindad y sobre vanidad.

No son pocos los que pecan por huir de su pasado, son muchos los que aún no saben vivir su presente, y pocos aquellos que disfrutan de lo vivido y se alegran de lo que está por vivir.

¿Quizás sea...?


Hacía tiempo que se había cansado de ser cómo las demás, había perdido las ganas de lucir el palmito frente a cubos de basura sin ideas ni ideales. En su corazón la libertad rugía como un motor de una motocicleta, por sus venas corrían miles de pentagramas llenos de negras y corcheras, miles de sinfonías diferentes, de rock, de jazz, de punk. En su cabeza recorrían miles de ideas alocadas vestidas de colores y de ganas de aprender de la vida ya aburrida con tener que verlos cada día. Estaba cansada de su vanidad reiterada de esas miradas de superioridad al creerse más por vestir de Prada o de pollas en vinagre. El sueño de su vida era recorrer las calles haciendo llegar su voz y sus ideas a todos los que pudiera, compartir cultura, viajar y nunca dejar de aprender. Se sentía un león encerrado en una jaula con monos adiestrados a golpe de remo. Sentía que en su sangre corría el valor de seguir adelante aún sintiéndose impotente ante ellos. La cosa cambió radicalmente cuando hace un año se desprendió de un chupete y una cadena que la tenían atada a unos ojos engañosos que sólo valían a ratos y por su tercera pierna. Se sentía más que libre de hacer lo que quisiera, y aún no siendo la más guapa ni la más refinada de todas sus amigas tenía algo, algo que hacía que todos los hombres se giraran al pasar, que sentía que las miradas se centraban en su peculiaridad, en sus pocas virtudes y en sus muchos defectos tal y como ella sentía. Sus miradas eran presa de su poco ego, alimentado por miles de críticas ya recibidas con anterioridad, y que ahora no conseguía redimir en su mente, que la atormentaban noche y día, cuando se levantaba por las mañanas y cuando dormía por las noches. ¿Qué tendrán sus ojos? ¿Qué tendrá su mirada que a todos emboba? ¿Que hay en su mente, en su personalidad que atrae a los que le rodean? Ella misma no era capaz de responder a tan duras preguntas que algunas veces le habían hecho sus fieles compañeras. No sabía que había de peculiar en su comportamiento poco femenino, en su gusto por la cerveza, el sexo e incluso los videojuegos. Tampoco sabía si se trataba de su gusto por las películas de ciencia-ficción, su afición a los libros, sus peculiares gustos, y su forma de vestir tan poco sexy. No era capaz y no creía a nadie capaz de responder con eso. Quizá robaría muchos corazones pero eso no quería decir que ella fuera feliz haciéndolo, ella huía de un dolor que aún la perseguía, de un miedo de volver a ser esclava de las palabras de un macarra con ganas de molestar al personal, o de algún buen orador que supiera engañarla. Quería ser una mujer libre para volar el mundo a su manera, esclava de sus pensamientos y de sus miedos, pero de momento no se veía capaz de afrontar nada con firmeza. E incluso luego de haber sido dicho friki, especial y rara ella seguía orgullosa siendo quién era, temiendole a volver a perderse en los ojos del mar bravío.