martes, 18 de octubre de 2011

Lleno de gloria.

Entre el cielo busco un agujero dónde esconderme que ni el sol ni las estrellas sean capaz de verme. De perderme entre la turbia noche en algún garito y salir de él vistiendo un pequeño corazoncito. Esperando que suene una guitarra en el fondo de mi alma, para sentir de nuevo tu mirada, buscando un amante de lo bello para que me acompañe y nunca me deje. A veces siento que me ahogo que no puedo más que me miro y sólo sollozo, que mis gritos ahogados se pierden en el vacío del mundo, que nadie los encontrará jamás que yo ya estoy perdida. Oigo el amanecer postrándose ante mi, y con una reverencia alabo su llegada cual atónita me deja al ver que nunca hubo madrugada.

Mis botas van pisando fuerte, un paso luego otro, recorriendo un largo camino que no lleva a ningún sitio, siguiendo una luz que me guía que me lleva más allá de lo que puedo ver, y de entre la penumbra surjo yo, te miro a los ojos y te digo que no llores que no vale la pena llorar por un sueño roto, mientras yo cada día grito, y golpeo la pared en busca de canalizar ese miedo que llevo por dentro, porque soy incapaz de decirle al mundo lo que siento. Que me gustaría tener alguien que me abrazara por las noches y me dijera que deje de llorar que yo me puedo levantar. Pero eso no va a ocurrir, no porqué no me amen, si no porqué soy tan exigente que voy a dejar pasar media vida sin darme cuenta de quién la habita. Aun huelo el recuerdo de su pelo, anhelo su suave melodía, su desplante descarado, echo en falta eso que me complementa. Y puede que sólo sueñe con contarle a la luna mis pesadillas mis horrores en los que me pierdo cada noche, que no llevo vestido ni tacones, que voy descalza aplastando corazones, y siento que me quemo des de dentro que no quiero avanzar ni un paso más para no volver a lamentar ni un acto. Me siento en un banco y me miro las manos llenas de tajos de tanto intentar cortar el viento, miro mis ojos vacíos con un marrón desgastado parecido al de un viejo baúl olvidado, mi cuerpo magullado por el dolor que me hago cada vez que me miro, que sólo fue una vez que intenté cometer alguna estupidez. Empezar a correr hacía los rosales no para admirar su belleza si no para sentir sus espinas como se clavan en mi cuerpo porqué cualquier dolor es menor al que me produzco cada vez que me miro. Como odio llegar a este punto en el que no sé si vivo para coger tu mano y alzarla para que no se queme mientras yo ardo en la tierra, quiero elevarte al cielo porqué eres un ángel.

Empieza a llover y estoy en medio de la calle esperando. ¿A qué o quién? A nada ni nadie, sólo espero que pase el tiempo, que la lluvia roce mi piel, que pueda notar la humedad, poder sentir de una vez aunque sea leve, aunque sea difícil, aunque no sé si ir hacia delante o hacia atrás, que espero no caer más en el camino porqué tengo las rodillas peladas de tanto caer y llevar pantalones cortos. Que siempre he sido la sombra de alguien, que nunca me han reconocido nada, que nadie sabe como canto, como pinto, como fotografío ni tan sólo como pienso porqué aunque no lo parezca, soy como la sombra de Peter Pan, que está atada a él aunque tiene ganas de huir. Poder amar de nuevo otra vez algún día y dejar de ser una princesa perturbada.

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