jueves, 26 de diciembre de 2013

Inciso

Su piel se deslizaba acorde con las sábanas blancas. La luna iluminaba toda aquella estancia. Nada podia turbar ese momento, nada podía cambiar ni un mílimetro. Su mano correteaba por las delicadas curvas de su cuerpo, su piel se estremecía. Se veía tan vulnerable, tan dulce, tan bonita. Sus ojos se clavaban en ella, su mirada reflejaba toda la ternura, todo el amor que podia expressar.
Se dibujó una pequeña sonrisa en su cara, su hoyuelo se marcó. El olor a perfume, las rosas y las velas, hacían de esa velada el momento más mágico de la noche. El susurro de sus palabras hacían que otra vez todo volviera a empezar, poner el contador a zero y olvidar todo el pasado. Sus cuerpos se tocaban, la dulzura de su piel y la rudeza de la de él. Sus manos recorrían sus cuerpos lentamente, buscando un espacio dónde acomodándose, jugando con sus dedos, acariciando cada centímetro. Buscando besos olvidados, desgastados, miedo a volver a empezar, a volver a sufrir. Búscando el refugio de alguien que realmente quisiera estar con ella. El calor del afecto del amor. Algo que había olvidado ya en su mente, que rechazaba por miedo a ser otra en la colección. Pero esta vez era diferente. Él la queria. Entre sus brazos la trataba como porcelana, besaba y acariciaba cada centímetro con miedo a romperla. No quería hacer de ella un objeto.
Todo había empezado entrelazando sonrisas, horas inapropiadas para hablar, buscando recovecos donde hablar de las estrellas y el mar. Descubriendo cada día un pedacito de camino, un camino ardúo y difícil que se había construido con dolor, esfuerzo y ganas de avanzar. Que se habían cruzado y querían ir hacía delante.
De un beso a una carícia no había mucha distancia. En sus ojos se reflejaba el dolor al mirarla se sintió reconfortado.

Y entonces entre aquellas sábanas blancas se hicieron amar, bajo la atenta mirada de la luna y dejando el reloj a un lado. Porqué el mundo se había detenido para ellos.

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