miércoles, 18 de diciembre de 2013

Renacer.

Sólo esperaba que alguien cogiera su mano, se sentía vacía en un mundo que no era el suyo. Su cuerpo yacía en el suelo, tiritaba, le dolía todo. Había aguantado palizas innumerables sólo por querer a alguien.
Sentía que no encajaba, que no podia salir de allí, que todo le quedaba grande, que no podía ya ni llorar porqué sus lágrimas quedaban en un recuerdo del pasado. ¿Quería morir? Quizás sólo quería abandonar su cuerpo por unos instantes para tocar el cielo. Y ser feliz. Queria ver las estrellas, atravesar esas laderas que  le rodeaban, ansiaba tener alas y volar por encima de cualquiera que le pusiera freno a su imginación y sus ganas de vivir. El silencio llenaba todo el espacio, el dolor eran ya sólo gritos ahogados en el aire. Cuando ya pensaba abandonar su alrededor, vio tras la lúgubre luz una mano tendida, tenía miedo no la quería cojer. Pensaba que la dejaría caer, que haría como las demás y sólo sería una mentira. Cerraba con fuerza los ojos, quería llorar y gritar tenía miedo. Pero una voz le calmó, le dijo que no tenía porqué tener miedo, con dudas la cogió, luego vino otra, y otra, y así succesivamente, se levantó y salió con dolor pero con ayuda. Unas sonrisas la enternecieron, la abrazaron. No estaba sola, estaban ellos, hacíendola sentir única, secando las lágrimas de su cara. Y poco a poco se disipó un camino entre la neblina. Y acompañada decidió que era momento de subir la gran montaña y atravesarla y gritarle al mundo que nadie ni nada podía menguarla. Y empezó así, su camino a la cima. Le advirtieron que no sería fácil, que habría piedras. Entonces sonrió, y se dijo a si misma que ya nada podría pararla.

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