martes, 24 de enero de 2012

Le Pin Up

Hoy nos encontramos en un lóbrego bar de las entrañas de alguna ciudad conocida. Una vieja taberna de los estilos más olvidados del mundo, en él se encuentran miles de almas perdidas sin rumbo alguno, sus ojos se clavan en sus largas copas de cerveza o sus combinados de media noche. Las gentes más marginales de los barrios del centro de la ciudad se centran en ese bar para encontrar entre ellos la placidez del alma y dar un respiro a sus jodidas vidas. Las mesas son de madera antigua, los taburetes de nailon rojo, chispeantes. En la barra un chico joven de apariencia atractiva un tanto ruda, le llaman Thor por su aspecto vickingo. Al fondo un pequeño escenario con no más de dos pies de altura, un micro vintage.

Entra por la puerta una mujer muy joven su melena rizada cae sobre sus hombros, sus labios rojos atraen todas las miradas de los hombres que ocupan la sala sorprendidos de que semejante belleza entre por la puerta, las mujeres -pocas que hay- la miran con recelo. Luce una falda alta de tubo negro que resalta su curvilíneo cuerpo, arriba una camisa de manga corta roja abierta mostrando su escote, sensual pero sin pasarse. Unos zapatos de tacón no muy altos de color negro le dan un toque más que sofisticado a la muchacha. Se acerca al camarero quién parece ser conoce. Sinuosamente y moviendo sus caderas, haciendo que los ojos de todos aquellos que ocupan el bar se posen en ella. Anda tranquilamente hacía el escenario, donde se incorporan un pianista y un contrabajista. Nadie sabe que por dentro ella es la más desdichada de todos. Su vida ha sido repleta de altibajos sin sentido más que momentáneo. Su amor quedó encerrado en el corazón de un antiguo hombre que ya olvidó y nadie se atreve a ser lo suficiente para ella. Se posa delante del micrófono para entonar las más dulces notas de Jazz que ese bar jamás conocerá. Su voz muestra su dolor, su pasión, sus momentos perdidos, sus esperanzas ahogadas en un vaso de Vodka. Sus lágrimas se deslizan suavemente por sus mejillas, sus sentimientos más perdidos, su insignificante voz sólo cobra sentido con el dolor...

1 comentario:

  1. Durante toda la noche, todo el bar queda perplejo oyendo aquella voy tan viva que sale del escenario, y que tan pocos han escuchado jamás en sus vidas. Esa voz no puede salir de cualquiera, solo algunos pocos sufren de tal manera mostrado al público como se sienten por dentro sin tener en cuenta la gran belleza que le rodea.
    En pocos minutos, la puerta de la entrada, ya casi inalcanzable a la vista por el gran humo en la sala, es abierta de nuevamente. Nadie pierde el tiempo a observar quien entra, ya tienen sus mentes ocupadas para toda la noche. Solo una persona desvía su mirada al observar una gran melena en su espalda. La actriz ha tenido la sensación de conocer a esa persona.
    Poco a poco el chico se acerca a las mesas de enfrente, donde aún queda sitio donde sentarse. Pide una copa al camarero. En ningún momento desvía su mirada hacia el escenario, algún recuerdo le está tocando por dentro. La actriz lo ha reconocido, pero sigue con su función como si nada hubiera pasado. El disfruta sentado con su copa y escuchando grandes melodías de jazz, gracias a la gran voz tan deliciosa al oído, pero tan áspera al gusto de su corazón. Son todos los recuerdos que le pasan por la cabeza. La noche transcurre y ninguno de los dos es capaz de mirarse mutuamente ni por unos instantes. Algunas lágrimas se escapan. Algo está pasando entre ellos, pero ninguno de los dos pone remedio…
    El chico, todo decidido, se acerca al escenario para pedir un favor. Le han prestado una guitarra y un micrófono. La chica no aguanta un minuto allá arriba y desaparece por el backstage de atrás. Un segundo después, empieza a tocar una melodía de la que nadie es capaz de reconocer. Parece un tema propio. Comienza a tocar con toda su alma, dejándose la voz, esperando que una persona en concreto le oiga cantar… No espera ningún milagro, pero tampoco infinito desprecio por aquellas palabras intercambiadas en el pasado que tanto duelen a los dos. El chico acaba la canción, da las gracias, y entre los aplausos del público, ve como desaparece la chica entre la multitud. Bajando del escenario, lo único que le preocupa es saber si ha servido de algo dejar atrás su vergüenza de cara al público, para mostrar que le la perturba en su consciencia. No sabe bien que sucede, solo sabe que algo ha cambiado. Una noche más…

    ResponderEliminar

¡Gracias por comentar! Siempre es un placer conocer las opiniones de los demás.