jueves, 5 de enero de 2012

El susurro del viento acariciaba su castaña melena de pelo rizado, ante sus pies una ciudad iluminada por la luna, la noche su eterna acompañante le servía un veneno que era efímero en su piel el malestar y los sollozos se hacían pesa de su alma cada media noche. Al observar detalladamente el precioso astro nocturno su corazón quedaba reducido a nada, recordaba los latidos emergentes de su pecho, los besos perdidos en callejones y las sonrisas matutinas al despertar en su eterna mirada. El tiempo hizo que la sangre brotara de su cuerpo como si de una fuente se tratara, no le importaba la vida o la muerte sólo quería ver como se iba mutilando lentamente.

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